miércoles, mayo 21, 2008

La batalla por la República y la reconstrucción de la izquierda


Izquierda Unida al servicio del sistema




Benjamín Balboa. Plataforma de ciudadanos por la República









Benjamín Balboa. Plataforma de ciudadanos por la República. 20/05/2008
Vivimos días confusos donde se mezclan el temor y la esperanza, días en los que
las ilusiones se ven comprometidas, días en los que, sin embargo, nuestras convicciones son más firmes que nunca. Son malas horas estas, en las que la derecha social practica de forma brutal la lucha de clases sin apenas encontrar resistencia. Se derrotó en las urnas al Partido Popular pero la fiesta duró poco. El primer gobierno de Rodríguez Zapatero ya nos ha mostrado lo que podemos esperar: el estado entregado a la banca y a las políticas neoliberales, ministros del OPUS y de la Patronal, ministros miembros de la Trilateral y del club Bilderberg, altos cargos económicos -asesores de las políticas del
gobierno- convertidos en presidentes de organizaciones empresariales, la educación arrinconada, la Universidad entregada a las empresas,
políticas sociales inexistentes, cáscaras superficiales, promesas vacías, palabras huecas. Sólo tenemos una cosa segura, el gobierno de Rodríguez Zapatero no es de izquierda, no es más que el rostro pretendidamente humano del sistema.

El PP de los Zaplanas y Acebes, esa caverna, se descompone y Rajoy, soltando el lastre de la
herencia aznarista, ha iniciado un viaje a ninguna parte que le
permitirá cuando la situación social y económica se deteriore todavía más, entrar a formar parte de un futuro gobierno de unidad, una gross koalition a la española. Al tiempo, dejen que las cosas se deterioren y verán.

En el campo de la izquierda las cosas no van bien. La derrota electoral del proyecto derechista de Llamazares y Herrera, es decir de IU e Iniciativa, les ha conducido a obtener un mínima representación parlamentaria, apenas 2 diputados. Si defendieran ideas y praxis de izquierda diríamos que ha sido un desastre, pero como lo
que representan ambas fuerzas es un proyecto vacío, un sindicato de intereses de una burocracia con decidida vocación de venderse al mejor
postor, tan sonado batacazo fue visto por muchos como una esperanza de cambio. Ilusos.

Izquierda Unida y el sistema.


Izquierda Unida se ha convertido en una pieza clave del sistema. Vaciada de ideas
y de cuadros, su actuación institucional no ofrece ningún peligro, al contrario, es vital para apuntalar el régimen de la Transición, esta monarquía tapadera que sufrimos. Anson, el exdirector de ABC, lo explicó claramente, el PCE en su día, e Izquierda Unida después, han
sido vitales para asegurar la transición y la estabilidad del sistema tras la muerte del dictador. Los diputados de Izquierda Unida votaron en la última legislatura a favor de una Ley que considera legal el
franquismo y consolida los privilegios obtenidos por los criminales de la dictadura; parece increíble pero es así, han apoyado con su voto la impunidad del franquismo y con ello la integridad de la clase dirigente actual. El PCE, algunos de sus cuadros, protestó un poco, se escribieron palabras duras, se gesticuló públicamente pero nada de
nada, no se les ha desautorizado. Son muchas las complicidades, grande la confusión, muchas las divisiones, claros y firmes los límites que la dirección del PCE ha interiorizado en este régimen.
La burocracia de Izquierda Unida y los exquisitos arcoírico-irisados de Iniciativa pasaron en la noche electoral momentos de confusión, sin que podamos descartar que les embargase cierto temor. Pasó pronto, Laura González ya nos tranquilizó al poco, aquí no ha pasado nada. El estado no va a consentir que una estructura tan útil como Izquierda Unida
desaparezca. Y mucho menos ahora, cuando no hay absolutamente ningún peligro de que Izquierda Unida sea la representación en las instituciones de la izquierda social real. Por el contrario, ahora que está despojada de sus mejores cuadros, ahora que miles y miles de militantes se han ido y sus votantes le niegan el apoyo, es cuando Izquierda Unida puede resulta mas útil. Llevó veinte años neutralizarla, desactivarla, ha bastado un par de meses para que Izquierda Unida asuma de forma entusiasta un nuevo papel: el de
cortafuegos con la izquierda, no vaya a ser que puedan llegar algún día a las Cortes los problemas de la calle. Izquierda Unida es un inmenso cadáver que ocupa un espacio político de gran importancia estratégica:
la izquierda social, los millones de votantes con sentido crítico y que saben muy bien que no comulgan con las patrañas de este sistema, con
los millones de personas que saben en sus entrañas que otro mundo es posible y que a esto le llaman democracia y no lo es. Para el estado es vital que esos millones de personas no hagan oír sus voces en las instituciones. Para ello, nada mejor que insuflar vida artificial a ese cuerpo inerte llamado Izquierda Unida e impedir que se hunda,
consintiendo que forme grupo parlamentario forzando los reglamentos y con ello reciba las subvenciones con las que pagar sus deudas electorales. Si desapareciera esta organización se perderían años de esfuerzos en comprar y corromper a tantos cuadros dirigentes, sería un trabajo perdido que habría que recomenzar de nuevo. En ese espacio político Izquierda Unida vale su peso muerto en oro: mientras siga ahí, nada nuevo podrá crecer.

Pactos cupulares y cuotas en el horizonte.


Una zanahoria mostrada desde el gobierno ha bastado para convertir la prevista Asamblea Federal del próximo otoño en una refundación de lo mismo en vez de en un entierro anunciado. Se ha prometido un cambio en la Ley electoral; con apenas unos toques se podrían rescatar los restos
de votos por provincias y nombrar así algunos diputados extra que permitan a las cúpulas de Izquierda Unida entrar de nuevo en sus juegos
de cuotas. ¿Para qué esos diputados, nos preguntamos? ¿Para votar una Ley que considera el franquismo legal? ¿Para eso tenemos diputados de izquierda?

En pocas semanas las perspectivas políticas de
reconstrucción del espacio de la izquierda abiertas por los necesarios reajustes tras la debacle electoral del proyecto iniciado por el Pacto
Almunia-Frutos y culminado con el grotesco episodio de SuperGaspi, diputado único, se han difuminado. Los llamazaristas ya buscan un joven aspirante a líder renovador, los viejos lagartos regionales como Ángel
Pérez se aprestan para una nueva etapa triunfal y un PCE dividido que sigue bajo la losa de la herencia carrillista se ve incapaz de superar sus diferencias y acabará como siempre neutralizado por su propio aparato ilusionado con la perspectiva de un nuevo reparto de cuotas institucionales ahora que el gobierno se ha mostrado comprensivo.

Una derecha en plena ofensiva.


¿No hay acaso salida a esta situación? ¿No hay posibilidades de que algún
día se pueda luchar en las instituciones de forma coordinada con la calle y los movimientos sociales? La situación y las perspectivas que
se nos vienen encima son muy malas. En la Comunidad de Madrid y en el País Valenciano, donde la derecha campa por sus respetos, las privatizaciones de servicios públicos son aterradoras, el deterioro de
la sanidad, de la educación públicas son crecientes y los medios de comunicación están en manos de un bunker mediático que estremece, son
plataformas de propaganda continua que difunde los valores neoliberales
y reaccionarios. Lo peor es la desaparición de la izquierda oficial, inexistente ante tales situaciones; no es de extrañar, cuando la derecha practica la lucha de clases sólo se les puede frenar dándoles
la batalla ideológica, confrontando a sus acciones y sus discursos las acciones y los valores de la izquierda, algo que ni el PSOE ni, por lo que hemos visto, esta Izquierda Unida están en condiciones de hacer.

En el gobierno del estado, las cosas no es que vayan mucho mejor: nos
podríamos dar con un canto en los dientes si se propusieran sencillas medidas socialdemócratas como asegurar las pensiones con los
presupuestos del estado o garantizar los servicios públicos, pero no hay nada de eso. Al contrario, el gobierno va a meter en bolsa el dinero de las pensiones. Si la precariedad laboral y social es norma,
en materia de libertades las cosas van peor. Leyes de excepción, ilegalización de partidos, criminalización del antifascismo y del
republicanismo, una justicia trufada de jueces franquistas y
reaccionarios... Rodríguez Zapatero cree vivir en el mejor de los mundos y cuando recientemente el Parlamento Vasco denunció la práctica
de torturas y malos tratos, el Presidente intentó desviar la crítica diciendo que era eso era una exageración politizada y que sólo los tribunales pueden afirmar eso. Olvidó el presidente que la norma no
escrita del estado es indultar o proteger a los guardias civiles y
policías cuando son condenados, son tantos los casos que sobra todo comentario.

No podemos mostrarnos sorprendidos por este
desolado panorama. Es el mismo que está detrás de la derrota brutal de
la izquierda institucional en Italia o en Francia. La diferencia con
España radica en la naturaleza cavernaria de la derecha española, en
esa mezcla sui generis de neofranquistas con neocons americanos; el
miedo a esa derecha es la clave de su derrota, entre el electorado pudo
más el miedo que inspiraba el PP que el asco que entre la izquierda
produce votar al PSOE. Una IU desdibujada, entregada al poder y
convertida en un espantajo grosero no pudo retener sus votos, perdida
casi toda credibilidad, casi resultó arrojada del parlamento.

Hay resistencia.


La
lucha continua, no obstante. Los frentes de resistencia son muchos. Que
no tengan impacto en el parlamento no debe engañarnos. Las huelgas se
suceden en múltiples sectores. Los transportes de Madrid, los
transportes de Barcelona, los servicios de limpieza del metro, los
funcionarios de Justicia, los precarizados empleados de los grandes
grupos de servicios y alimentación (Mercadona), la lucha sin fin en
Telefónica, son decenas y decenas de confictos que no trascienden ni
ocupan espacio público en los media ni en las discusiones en
las instituciones porque son ignoradas cuando no directamente
traicionadas por la izquierda institucional o por las cúpulas de los
sindicatos del régimen.

Hay una lucha de los trabajadores que
sigue ahí, que continua día a día aunque pretendan que no existe. Y hay
también una lucha por la Memoria.

Memoria irredenta.


La
lucha por la Memoria democrática y antifascista del pueblo español ha
logrado convertirse en el principal temor del Estado. Un mar de
pequeñas y grandes acciones protagonizadas por miles de ciudadanos y
ciudadanas han ahogado los intentos de condenar al olvido la memoria.
El recuerdo de la ilusión que supuso en su día la República, el
homenaje sentido a quienes dieron sus vidas por las libertades de todos
y un profundísimo deseo de no volver a callar y exigir justicia y
reparación para las víctimas ha causado una enorme inquietud en el
Estado. Han tenido que redactar una Ley repugnante que quiere cerrar de
una vez por todas este asunto. Han declarado legal el franquismo y
blindados ante los privilegios de quienes se beneficiaron de la
dictadura. Les preocupa y mucho que la lucha por la memoria lleve a
pedir responsabilidades por los espantosos crímenes de lesa humanidad
cometidos contra el pueblo español. Esa ley falsamente llamada de la
memoria, es un intento desesperado de poner punto final a esta lucha;
han recurrido al engaño, al soborno, a fomentar la división, a atomizar
y dividir a la gente y a las asociaciones, pero les ha salido mal.
Quienes como los diputados de Izquierda Unida la han votado a favor,
pagaran políticamente muy cara esta traición. Han mostrado su verdadera
cara y a quienes sirven realmente con nuestros votos en el parlamento.


El movimiento por la memoria es extenso, está en todas partes y cuenta
con la simpatía de millones de personas: la resistencia ofrecida a los
intentos de confundir ha sido notable. Y la experiencia ha sido muy
pedagógica. Son muchos quienes ya saben que no pueden contar con los
diputados de la izquierda del régimen, se extiende la idea de que se
precisa una renovación profunda de siglas, organizaciones y personas.
Al votar a favor del franquismo y u impunidad, Izquierda Unida ha
perdido el último resto de dignidad que le podía quedar.

Clamor por la República
.

Junto
a los trabajadores en lucha y a los ciudadanos y ciudadanas del
movimiento por la memoria un nuevo núcleo de resistencia se ha ido
forjando en estos años: el asociacionismo por la Tercera República. No
es solamente la Plataforma de Ciudadanos por la República o la Unidad
Cívica por la República, además de éstas, hay multitud de asociaciones
de ámbito local o autonómico que asumen y defienden los valores
republicanos y de la izquierda. Son un clamor cada día más imposible de
no escuchar.

Igualmente el espacio político comunista, si
bien dividido en diversos grupos, pugna por reorganizarse, sintiéndose
cada día más la necesidad de reconstruir espacios comunes de
militancia.

Si sumamos a estas corrientes de la izquierda real
a los jóvenes antifascistas, a los trabajadores y sindicalistas
críticos, a los movimientos sociales y de género, empezaremos a tener
una idea clara de la existencia de un importante y extendido magma de
izquierda en el seno mismo de la sociedad. Un sentimiento y una
convicción muy asentados en la idea de que no se puede seguir así por
más tiempo y que precisamos coordinarnos políticamente y lograr
representación política en las instituciones. Sabemos que la
combinación de movimientos de base con actuación en ayuntamientos y
parlamentos puede resultar muy efectiva. El sistema lo sabe y por ello
tratan de impedirlo a toda costa.

Construir la República exige hablar claro y ser coherentes.


Es
hora de reconstruir la izquierda, hora de superar contradicciones.
Necesitamos hablar claro. No tiene ningún sentido decir que se lucha
por la República y renunciar a construir instrumentos políticos para
tal lucha.

Es preciso desautorizar públicamente a Izquierda
Unida en su forma actual. No se puede reconducir una organización que
no desea ser reconducida. Pretender una refundación exigiría, para
lograr cierta credibilidad, que los actuales grupos de dirección fuesen
apartados. No es viable y mucho menos ahora, con la expectativa abierta
de poder superar la crisis con una nueva edición de pactos cupulares en
la Asamblea Federal próxima.

Construir la República exige
ideas claras y voluntad republicana. Exige compromiso y diálogo.
Reconstruir la izquierda es algo que solamente podrá hacerse desde un
rechazo explícito de la Transición y la Monarquía, con el concurso de
los comunistas y los republicanos, juntos en un nuevo empeño, en una
organización nueva y abierta, capaz de plantar cara a quienes pretendan
seguir con los engaños de los últimos treinta años. No basta con
afirmaciones voluntaristas o con envolverse con la tricolor: hay que
desautorizar públicamente a las organizaciones que en estos momentos
suplantan a la izquierda en las instituciones.

En la
Plataforma de Ciudadanos por la República vamos a apoyar las
iniciativas que surjan de reconstrucción de la izquierda y del espacio
republicano. Nos sumaremos a la lucha por abrir un proceso
constituyente por la Tercera República, que no lo dude nadie.
Apoyaremos también los esfuerzos por reconstruir el espacio comunista,
algo que sólo podemos ver con simpatía. Pero lo que no estamos
dispuestos a hacer es a callar si vemos nubes de humo y palabras
vacías... Es preciso desautorizar los intentos de salvar una Izquierda
Unida corrupta. Hay que hablar claro y ser consecuentes.

Esa batalla la vamos a dar. Y estamos seguros de que no vamos a estar solos en ella.

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