¿Cómo se enriquece la elite dirigente a partir de nuestro trabajo mientras que nos paga lo que según ellos es un “salario justo”?
Amy Leather de En lucha |www.kaosenlared.net/noticia/explotacion-donde-salen-beneficios
Tal “explotación” nos es presentada como excepcional –y contrastada con la “normalidad” de la vida laboral de la mayoría de la gente, particularmente en países como occidentales.
Karl Marx tenía un entendimiento diferente de lo que era la explotación. Más que verla como excepcional, argumentaba que la explotación es fundamental para el capitalismo.
Para Marx, la explotación no se trata solo del nivel de salarios percibidos, o de las condiciones de
trabajo, sino que es el mismo proceso en el cual el capitalismo crea beneficio a partir del trabajo que nosotros realizamos. Para poder entender lo que Marx quería decir por explotación necesitamos empezar con su explicación de dónde salen en definitiva las ganancias –la “teoría del valor-trabajo”. Marx argumentaba que el trabajo humano es la fuente de todo valor. En su
época muchos economistas estaban de acuerdo con esto. Pero Marx fue más allá –argumentó que la cantidad de valor creado por la gente cuando trabajaba era mayor que la cantidad que recibían como salario.
Por lo tanto el capitalismo roba de los trabajadores algo del valor que su trabajo ha creado. Esta “plusvalía” forma la base de los beneficios. Este argumento es el gran tabú de cualquier economista o comentarista ortodoxo. Ellos generalmente aceptan que el mundo del trabajo implica un intercambio equitativo –“una paga diaria justa por un justo día de trabajo”.
De cualquier modo, nos dicen que los trabajadores están siendo “avariciosos” cuando piden aumentos de salario por encima de lo que se considera “justo”. Tal pago “egoísta” implica riesgos para la “salud de toda la economía”, dicen.
Pero para Marx, esta ideología del “intercambio libre y justo” enmascara la explotación dentro del sistema capitalista. Esconde la explotación que ocurre cada día en una sociedad donde una ínfima minoría de la gente hace enormes ganancias del trabajo hecho por la mayoría.
Así que, ¿cómo llegó Marx a una visión tan radical? El capitalismo tan solo se estaba desarrollando cuando él escribía, pero ya se podía ver lo diferente era de las sociedades previas.
Durante la mayor parte de la historia de la humanidad la gente ha trabajado principalmente para su propio consumo. Los bienes producidos cubrían sus necesidades directamente, fuera comida cultivada en su tierra o ropa que hacían en casa.
Por el contrario, el capitalismo se basa en la producción de bienes de consumo– cosas que son producidas no para el uso inmediato sino como bienes a ser vendidos en el mercado.
Estas mercancías tendrán su uso, pero necesitan ser intercambiados por dinero antes de que los productores puedan sacar algún beneficio de su esfuerzo. Por lo tanto todos los bienes tenían lo que Marx llamaba “valor de cambio”. Su precio refleja su valor de cambio.
¿Pero cómo se determina este valor de cambio? Marx argumentaba que lo único que tenían en común todos los bienes comprados y vendidos bajo el capitalismo era que eran productos del trabajo humano. Es lo que proveía la base para el intercambio. En las sociedades previas, antes de que el dinero fuera usado universalmente, la gente intercambiaría bienes y servicios con los
demás. Cuánto o cuán poco era intercambiado dependía generalmente de cuánto le había llevado a la gente conseguir dichas cosas.
Dos personas solamente intercambiarían productos si sentían que les había llevado más o menos el mismo tiempo a cada uno construirlos –de otra manera no les parecería un trato justo. No era solamente un intercambio de cosas lo que tenía lugar, sino un intercambio del tiempo de trabajo
invertido.
El método del trueque obviamente demanda demasiado tiempo y es ineficiente. A medida que creció la producción de bienes para el intercambio, el uso del dinero se volvió más importante como una forma de igualar diferentes productos.
Previamente una mesa podía haber sido cambiada por dos sillas basándonos en la cantidad de tiempo usado para hacerlas. Ahora una mesa podía ser igual a 10€, y por lo tanto una silla igual a 5€. El precio todavía refleja la cantidad de tiempo involucrada en hacer el producto, pero el
uso de dinero –ya que puede ser intercambiado por cualquier bien- corta la necesidad de un intercambio directo entre productores.
El dinero nos permite igualar cosas que parece que no tienen nada en común, en términos de materiales, de cómo fueron hechas o su uso real. Por lo tanto el dinero aparece como el objetivo de la producción bajo el capitalismo. Adquirirlo frecuentemente parece ser nuestro objetivo
personal, ya que nos posibilita el comprar las cosas para mejorar nuestras vidas. Por lo tanto puede parecer que el dinero es la fuente del valor.
Pero el dinero solo tiene valor en la medida que nos da una forma de reclamar el trabajo de otros. Si alguien tuviera montañas de dinero, pero nada fuera producido, entonces no serviría de nada.
Es el elemento común del trabajo humano el que permite medir a cuánto podemos vender un bien en el mercado.
Y esto es lo que Marx argumentaba que determina su valor. El precio de un bien refleja el tiempo necesario para producirlo.
Hasta ahora parece como si todos estuviéramos en igualdad de condiciones. Pero si todos los bienes son intercambiados de acuerdo al trabajo necesario para producirlos, ¿de dónde sale la ganancia? La respuesta está en la relación entre el capitalista y el trabajo asalariado. Bajo el capitalismo, nuestra capacidad de trabajar –Marx lo llamó nuestra “fuerza de trabajo”- es también un bien que puede ser comprado y vendido como cualquier otra cosa.
Los trabajadores venden su capacidad de trabajar (su fuerza de trabajo) a un empresario en concreto o a un capitalista por un precio acordado (nuestro salario).
Nuestra fuerza de trabajo es extremadamente útil para dicho capitalista ya que es capaz de crear todo tipo de productos. ¿Pero cómo es determinado en última instancia su valor?
El precio de la fuerza de trabajo es determinado como el de cualquier otro bien. Depende de la cantidad de trabajo requerido para producirlo. Lo cierto es que detrás el término fuerza de trabajo existe un ser humano, aunque los capitalistas muchas veces lo olviden. Así que pagan a los y las trabajadoras suficiente dinero para que puedan continuar trabajando.
Obtienes suficiente dinero para comida, tu alquiler o hipoteca, ropa y suficiente tiempo de descanso como para que te permita llegar fresco cada mañana al trabajo y seas capaz de poner la cantidad de esfuerzo y atención que se requieren.
Así que lo que determina los salarios es el coste de la vida en la sociedad. Tú vas al trabajo donde creas productos para el capitalista. A cambio recibes dinero –tu salario- con el que compras los diferentes productos que necesitas para vivir, productos que a su vez fueron creados por el trabajo de otras personas.
Esto hasta ahora sigue pareciendo bastante justo, ya que obtienes la cantidad de dinero para cubrir tu coste de vida. Pero hay una diferencia entre la cantidad que se te paga por tu fuerza de trabajo y el valor que tu propio trabajo crea mientras trabajas.
Por ejemplo, puede sólo costar un total de cuatro horas de trabajo de la sociedad producir las cosas que tú y tu familia necesitarán durante un día. Así que para la hora de la comida, ya has cubierto tu salario y por derecho deberías irte a casa.
Pero no te detienes ahí. Vuelves por la tarde a trabajar y quizás hagas una jornada laboral de ocho horas. Si cuatro horas de trabajo crearon el suficiente valor para pagar tu salario, entonces es el capitalista el que se lleva las siguientes cuatro horas de trabajo a cambio de nada.
En este ejemplo el capitalista es capaz de embolsarse un “excedente” de cuatro horas por día de cada trabajador. Esto es lo que Marx llamó “plusvalía”, que es la fuente de beneficios.
Tu trabajo crea más valor que lo que vale tu fuerza de trabajo. Así que la explotación no es una anomalía dentro del capitalismo, sino una parte del funcionamiento normal del sistema.
Pero hay otra cara de la explotación. El problema para los capitalistas es que cuando ellos compran fuerza de trabajo, lo que obtienen es gente que puede pensar y actuar por sí misma.
La mayoría de las personas no van a trabajar pensando que sus salarios deberían solamente cubrir el mínimo requerido para hacer que se mantengan trabajando día a día. Sino que miramos la tremenda riqueza que hay en nuestra sociedad y pensamos -con razón- que tenemos derecho
a una mejor calidad de vida.
Así que hay una lucha continua entorno al coste de la fuerza de trabajo. Las batallas por salarios estallan regularmente, especialmente en momentos cuando el coste de vida real sube.
Si la explotación es crucial para el capitalismo, la conclusión lógica es que para terminar con ella hay que terminar con el propio capitalismo.
Pero las batallas que surgen en el día a día entorno al salario y las condiciones de trabajo representan batallas más limitadas contra la explotación.
Si ganamos algunas de esas batallas, dan a los trabajadores la confianza y la fuerza para ganar más. También nos ayuda a ganar la batalla de las ideas y convencer a más gente de que tenemos que acabar con todo el sistema.
La teoría del valor-trabajo de Marx identifica a nuestro trabajo como la fuente de riqueza. Muestra cómo los capitalistas nos roban parte del valor que nuestro trabajo produce.
Pero esta teoría no es sólo un comentario acerca del sistema en el que vivimos. Es un arma para los trabajadores que queremos luchar para acabar con el sistema capitalista –y acabar con la explotación de una vez y para siempre.
Artículo aparecido en Socialist Worker periódico del Socialist Workers Party organización hermana de En lucha/En lluita en Gran Bretaña.
Traducido por Helios Alonso.
http://www.enlucha.org
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